La Plaza Independencia (I)

El pasado miércoles 30 de marzo se reinauguró la enésima remodelación de la Plaza Independencia, que como es costumbre en estos casos, dejó satisfechos a unos e inconformes a otros, a efecto de formarse un criterio sobre la evolución física y estética de este espacio urbano, recordaremos aquí algunas notas escritas hace media década en este mismo diario hidalguense que serán objeto de varias entregas. Hace cuatrocientos años, cuando el Real de Minas de Pachuca era ya una población de importancia en el centro de México, desarrollada desde el primer tercio del siglo 16, la hoy Plaza Independencia, era apenas un espacio abierto, alquilado durante los días de fiesta como plaza de toros y estaba muy lejos de convertirse en lo que es hoy, el emblemático centro de la ciudad y del estado de Hidalgo. Todo indica que ese terreno, era propiedad de una familia apellidada Avendaño, que adquirió la propiedad cuando el predio dejó de ser ingenio para el beneficio de plata que aprovechaba las aguas del entonces caudaloso Río Pachuca (hoy de Las Avenidas), el plano más antiguo que de la comarca se conoce, procedente del año de 1579, existente en el Archivo General de la Nación, permite conocer la existencia de diversos ingenios construidos en los márgenes de ese cuerpo de agua, que varias fuentes del periodo virreinal califican de importante caudal, a grado tal que el propio Enrico Martínez autor de los primeros planes para el desagüe de la Ciudad de México, manifiesta que: “…cuando las aguas del río Pachuca son más caudalosas, vierte su contenido sobre la laguna de Zumpango y esta a su vez sobre el lago de México, propiciando fuertes inundaciones en la Ciudad de México”. Ese caudal fue precisamente el que aprovecharon varios mineros como Constantino Bravo de Lagunas, Gaspar de Rivadeneyra, Alonso de Villaseca y el propio Bartolomé de Medina, que tenían ingenios a lo largo del cauce de aquel río, ya en el siglo 17 la familia Avendaño adquirió precisamente el ubicado a la altura de la hoy Plaza de la Independencia. Cuando en 1979-1980, se escarbó en ese lugar para construir un estacionamiento subterráneo en la plaza, en las capas inmediatas a la superficie, se encontraron restos de los materiales utilizados en el método de patio, descubierto en Pachuca en 1555 por Bartolomé de Medina, de donde se deduce que en una época reciente el sitio fue ingenio de beneficio minero. La evolución experimentada por el sistema de patio o de amalgamación, entre mediados del siglo 17 y principios del 18, con la introducción de diversos inventos destinados ha acelerar el proceso de beneficio, pero ante todo a recuperar al menos parte del mercurio utilizado, modificó el espacio de los patios e introdujo diversos enseres que pronto requirieron de mayores superficies, de modo que los ingenios pequeños cedieron el paso a los de gran tamaño, así, el terreno de los Avendaño, cambió su destino para convertirse en área de esparcimiento en los días de fiesta. El mapa de Pachuca existente en la mapoteca Orozco y Berra realizado en 1746, permite distinguir con la letra “Y” lo que el autor definió como Plaza de Toros, que no es otra que la documentada en diversos escritos que obran en el Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de Hidalgo, como Plaza de Toros de Avendaño, espacio que como podrá observar el lector en el plano que ilustra esta entrega, es un gran solar que abarca lo que actualmente es la Plaza Independencia. Bien puede imaginarse como se realizaban aquellos saraos, en aquel espacio, en el que al acercarse la lidia se construía una cerca con fuertes tiras de madera dispuestas hasta una altura no mayor a un metro y poco más de veinte centímetros, a efecto de que permitiera la buena visibilidad para los espectadores acomodados de pie, sobre terraplenes de diferentes alturas ya que solo las autoridades y sus invitados eran acomodados en una tribuna con dosel. En un sitio contiguo al coso de lidia, se acondicionaban los corrales para los toros que serían lidiados, los que eran visitados por la población desde días antes al sarao. Las corridas de aquellos años eran muy distintas a las actuales, los encargados de la lidia podían hacerlo “a pie”, auxiliados de largas varas o pértigas de diferentes tamaños, que utilizaban para saltar al o a los toros que les soltaban, de allí que a la fiesta taurina se le denomine aún “suerte de varas”. Podían los toreros presentarse también montados en corceles, debidamente amaestrados para evitar los lances del toro. El traje de lidia era muy vistoso, de colores chillantes y muy ceñido al cuerpo y se le conocía como “atavío Sevillano”, en tanto que los de a caballo lo hacían con vestimenta de color obscuro, con pantalones que llegaban hasta la altura del pecho, sostenidos por tirantes, eran muy ceñidos y cortos hasta las rodillas, donde una gruesa media se prolongaba hasta las extremidades calzadas con botas cortas de espuela, todos sin excepción tocados con un sombrero de ala media, a este traje le llamaban “gitano” o “cordobés”. La plaza como puede verse en el mapa de 1763 estaba rodeada de construcciones, la mayoría pertenecientes a piqueras y botillerías, sin faltar fondas y figones, ubicadas al norte poniente, que en los días de lidia, hacían gran negocio con los asistentes a la corrida, por el sur se encontraba la calle de los mesones (hoy de Matamoros) y finalmente por el oriente, se observa la ribera del río Pachuca, a un lado obsérvese el muy antiguo puente de la Cruz Verde en lo que hoy es la desembocadura de la calle de Ocampo en la plaza. Estos son los primeros datos con que se cuenta, relativos a la Plaza de la Independencia, reinaugurada tras haberse sido sometida a la más importante obra de remodelación de su historia. Esta es la primera de una serie de entregas sobre ese emblemático espacio pachuqueño. www.cronistadehidalgo.com.mx Pachuca Tlahuelilpan abril de 2016.