La Construcción de la Plaza Juárez

Mi generación, recordará con agrado y nostalgia, aquellos días, transcurridos durante los años de 1956-1957, cuando fue demolida la antigua estación del Ferrocarril Hidalgo, así como las viejas caballerizas de la Compañía Real del Monte y Pachuca, para dar paso a lo que sería el gran complejo de la hoy Plaza Juárez, integrado por la construcción de la enorme glorieta que es desde entonces, el espacio donde los hidalguenses recuerdan al Benemérito de las Américas, don Benito Juárez, creador del Estado, a través de un extraordinario monumento ubicado en una plaza de buenas proporciones, donde se albergaría también la sede del Congreso del Estado, un edificio que intentó imitar la fachada del antiguo teatro Bartolomé de Medina –demolido entre enero y mayo de 1943– el área fue rodeada de una prolongada arquería tendida por los lados poniente norte y oriente, en tanto que al sur se guardó espacio para la construcción del Palacio de Gobierno –inaugurado el 15 de septiembre de 1970– con el que se completó todo aquel conjunto urbano.

La obra fue emprendida por el gobernador Quintín Rueda Villagrán, quien contrató los servicios del arquitecto Carlos Obregón Santacilia, autor tambien del extraordinario monumento al patricio de Guelatao, que es ya hoy un verdadero símbolo de la Ciudad de Pachuca. Santacilia, nacido en la Ciudad de México, el 5 de noviembre de 1896, fue hijo del doctor Lauro Obregón y María Santacilia y Juárez, esta última, descendiente por la rama paterna del licenciado Benito Juárez y del también patriota y literato cubano don Pedro Santacilia, a su vez descendiente del autor de las “Ordenanzas de Construcción” para la Ciudad de Barcelona en el siglo 16.

Famoso era en el México de mediados del siglo 20, el trabajo de Carlos Obregón –egregio alumno de la Escuela Nacional de Bellas Artes, dependiente de la Universidad Nacional de México– quien fue autor de obras como las esculturas que rematan al monumento a la Revolución, el edificio de la Secretaría de Salubridad y Asistencia, del Banco de México y otras de gran importancia, sin duda era el artista del momento, pero para el caso de Pachuca lo que más se apreció fue su origen juarista.

Viven en mi mente como si hubieran ocurrido ayer, los recuerdos de aquellos años, con ellos vi primero, la demolición de la Estación del Ferrocarril Hidalgo, para quienes éramos entonces estudiantes del Colegio Hijas de Allende, hubo una intensa curiosidad de observar como caían aquellos blancos muros, que en menos de dos semanas quedaron convertidos en minúsculos desechos de piedra y tierra que fueron cargados en pesados vehículos de volteo, después siguieron las bardas de los patios de la estación y así hasta que aquel conjunto ferrocarrilero quedó reducido a escombros, que pasados y repasados por máquinas niveladoras y aplanadoras, dieron paso a un enorme espacio, al que se agregaría otra importante área, la de las caballerizas de la Compañía Real del Monte y Pachuca situada entre las calles de Cuauhtémoc, Manuel Fernando Soto y el inicio de la Avenida Juárez.

Allí vimos crecer una gran arcada, en la que se ubicaría la Casa de la Mujer Hidalguense y el Teatro Efrén Rebolledo, hoy Guillermo Romo de Vivar, nombre que honra a un extraordinario ser humano, formador de hombres y artistas integrantes de la más importante compañía de teatro experimental y universitario de Pachuca, la que no encuentra parangón en la historia de la ciudad –de don Guillermo, ya nos encargaremos en una entrega posterior.– Jamás podre olvidar que en esa minúscula sala de teatro, vimos en 1961 exhibida por primera vez la película “Memorias de un Mexicano” de Salvador Toscano, recreada con escenas reales filmadas durante los años de la Revolución Mexicana.

En tan solo dos años, aquel espacio se transformó sustancialmente y nosotros vimos surgir de los escombros nuevos edificios en aquella porción de la ciudad, que era prácticamente la salida de Pachuca hacia la Ciudad de México, esa misma por la que observamos circular a los primeros autobuses denominados “aerocoach”, modernos medios de transporte de pasajeros que nos hacían soñar en los diseños del cómic “Titanes Planetarios” que fue tan audaz como Julio Verne, parar recrear modelos futuristas.

Del pasado de aquel lugar solo permanecieron “La Luz Roja”, “La Mascota”, el Hotel Hidalgo y tal vez una antigua tienda de abarrotes ubicada en el portal de la Casa Landero, en la esquina de Guerrero con la Plaza, así como el edificio Esquerra, tal vez la más nueva de las construcciones en aquel perímetro.

A casi sesenta años de aquellos hechos, la figura del gobernador Rueda Villagrán se agiganta, por la gran obra emprendida en Pachuca, ciudad a la que dio un nuevo rostro al permitirle crecer hacia el sur, sobre los espaciosos patios de la estación del Ferrocarril Hidalgo. Rueda Villagrán, fue por cerca de medio siglo objeto de escarnios y críticas no siempre fundadas, sin embargo al hacer un recuento de sus obras, su figura se agiganta, allí están el Monumento a los Niños Héroes –levantado tras demoler la antigua colecturía de Diezmos después escuela Ignacio M. Altamirano.– El reacondicionamiento del antiguo Hospital Civil del Ayuntamiento para albergar al Instituto Hidalguense de Bellas Artes, la Biblioteca y Auditorio del Estado, en cuyo acceso Roberto Cueva del Río, muralista en boga por esos años, dejó plasmada la evolución del actual territorio hidalguense –ese sitio es hoy ocupado por la Escuela de Artes del Estado y el Teatro San Francisco– así mismo, construyó el monumento a la Revolución y la avenida de ese nombre, reconstruyó la avenida Juárez con un camellón, levantó el monumento a los héroes de la Independencia y trazó los primeros fraccionamientos de interés social en las colonias López Mateos –hoy colonias Revolución y Periodistas– y por si fuera poco, logró que el gobierno federal construyera en terrenos de Tepeapulco, la que se llamó Ciudad Sahagún, donde se establecieron las tres más importantes empresas mexicanas: Diésel Nacional (DINA), la Constructora de Carros de Ferrocarril y la Siderúrgica Nacional (SIDENA), que por muchos años dio trabajo a obreros de la región sur del país.

Rueda Villagrán, fue un estadista de vanguardia y se enfrentó a todo tipo de críticas políticas y ciudadanas, pero ha sido la historia, quien se ha encargado de devolverle el lugar que por méritos le correspondía.

Pie de Foto: Colocación de la estatua de Benito Juárez en la plaza que lleva su nombre, inaugurada en el año de 1957.

www.cronistadehidalgo.com.mx Pachuca Tlahuelilpan septiembre de 2015.