Breve historia de las calles de Pachuca (Primera de dos partes)
“En las escuelas de Pachuca, escribía Roberto Owen, ¡qué fácil será entender que la tierra es redonda! pero no cóncava, sino convexa y que la naranja, lo es, vista desde adentro, la otra mitad del cielo”. En efecto, la ciudad establecida en el oquedal que forman las diversas promonturas montañosas que la circundan, como los cerros de San Cristóbal, la Magdalena, Santa Apolonia y el de las Coronas, le proporcionan un peculiar enclave que da razón de ser a su irregular traza, integrada por estrechas y tortuosas calles y callejones, que se encaraman en la montaña torciendo y retorciendo, para hacer menos pesada la empinada ascensión y más cálidos los recintos.
Por otro lado, como en todos los Reales de Minas, el desarrollo del contexto urbano se condicionó en gran medida por los súbitos movimientos de población, originados por los vaivenes del trabajo extractivo. Así, las épocas de bonanza, se caracterizaron siempre, por fuertes migraciones, operadas en periodos cortos, durante los que la planeación y reglamentación del crecimiento urbano fue rebasado por la avalancha de pobladores “advenedizos”, con lo que se propiciaba la expansión del perímetro citadino “sin ningún orden ni concierto”, pues los recién llegados construían sus casas en el lugar más cercano al centro de trabajo, sin respetar norma alguna, de tal manera que las nuevas edificaciones se aglomeraron en manzanas irregulares y redujeron en muchos casos el cauce de las calles. Estas reflexiones explican en gran medida el curioso aspecto que hoy presentan varios Reales de Minas, como Guanajuato, Taxco y desde luego la propia ciudad de Pachuca, de allí su abigarrado aspecto urbano, integrado por estrechos y quebrados callejones en los que en ocasiones apenas puede circular una persona, ello, amén de la ensortijada maraña de calles que parecen haberse realizado para desorientar y confundir a propios y extraños.
Dos bonanzas importantes determinan el desarrollo urbano de Pachuca, la primera a mediados del siglo 16, cuando la vocación de la población cambió de la agricultura a la minería, al descubrirse las primeras vetas argentíferas entre finales de 1551 y principios de 1552; la segunda, operó exactamente tres siglos después, en 1851, al declararse la abundancia mineral de la veta de “El Rosario”, que desencadenó la llamada “fiebre de la plata”, mediante la cual se originaron nuevos descubrimientos, que propiciaron el más importante crecimiento de la población, al grado de impulsarla hasta convertirse en 1869 en capital tácita del entonces naciente estado de Hidalgo. A estas bonanzas deben agregarse dos más de menor magnitud, que también coadyuvaran a conformar, con el aumento de pobladores y casas, la traza urbana: una durante la segunda mitad del siglo 17 y la otra a mediados de la siguiente centuria.
Del auge originado a mediados del siglo 16, surgieron las primeras medidas que le dieron al entonces Real de Tlahuelilpan, hoy Pachuca, orden y disposición de pueblo (al estilo de los villorrios españoles) tales como el establecimiento de la Plaza Mayor donde se ubicaran el Templo, la Arcada de Mercaderes y Peregrinos, el Oficio Público, integrado por la Alcaldía Mayor y del Escribano, el recinto o foro de Pregones y por tratarse de un Real de Minas, la Caja Real, recinto para la guarda de los Reales derechos de la Corona, derivados de la explotación de las minas (La vigésima parte de lo producido debía entregarse como tributo a la Corona, impuesto conocido como “Quinto Real”).
Este espacio público, que aún existe en la ciudad bajo el nombre de Plaza de la Constitución, nombrada así desde 1820 –al promulgarse por segunda vez la Constitución de Cádiz en todos los dominios españoles– conserva aún la estructura del templo de la “Asunción”, el Portal de Mercaderes y a unos cuantos metros el edificio de la Caja Real, hoy conocido como “Las Cajas”. De esta plaza, de acuerdo con las disposiciones legales, deberían partir cuatro calles, una por cada costado. Gracias a la documentación existente en el Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado, sabemos que éstas eran: la llamada “Calle Derecha” que partía de la plaza al convento de San Francisco, hoy esta arteria se denomina “José María Morelos”; la “Calle Real” que daba inicio en los portales; paralela a la anterior, que es la actual “Miguel Hidalgo”; otra se iniciaba frente al templo de la “Asunción” y concluía en el barrio de la Motolinica (hoy de Españita), nombrada de “Las Cajas”, actualmente “Venustiano Carranza”; una más era la de “El Caballito”, que surgía del costado sur del templo de la “Asunción” y se encaramaba por las estribaciones del cerro de las “Coronas” conocida en nuestros días como “Patoni” y finalmente la “Calle del Puente”, más tarde del “Puente de Gallo”, dando inicio frente al atrio del templo y saltaba el río mediante un rústico puente, hoy esta arteria es designada con el nombre del huichapense “Julián Villagrán”.
Fueron éstas, seguramente las primeras y únicas vías que se trazaron después del descubrimiento de las minas en 1551. Un plano de 1578 que obra en el Archivo General de la Nación y la “Descripción Anónima de las Minas de Pachuca” de finales del siglo 16, muestran y describen con claridad el desorden con el que se construyeron en principio, tanto los edificios importantes que eran Templo, Caja Real y Oficio Público, como las factorías y casas de los mineros, separadas entre sí “. . .como tiro de arcabuz” pero su delimitación fue base para las futuras edificaciones, que se vieron obligadas a respetar al menos, el cauce de las calles mencionadas.
La siguiente bonanza se opera en la segunda mitad de la décima séptima centuria, mejor conocida como el “Siglo de la Depresión”, este auge minero se debió en gran parte al decaimiento de la minería en toda América, situación que fue determinante para lograr posicionar a la plata pachuqueña en todo el mundo, esta eclosión minera propició que Pachuca conservara al menos su estatus económico y sus habitantes permanecieran arraigados a la comarca, que urbanísticamente conservó y mejoró sus condiciones.
Así empezó y se desarrolló la construcción de la mancha urbana de Pachuca, al margen de toda costumbre o disposición de las autoridades, encargadas de poner en orden la desorganizada traza urbana.
Pie de foto: El peculiar enclave de Pachuca dio razón de ser a la irregular traza urbana, integrada por estrechas y tortuosas calles y callejones, que se encaraman en las montañas que la circundan.
www.cronistadehidalgo.com.mx Pachuca Tlahuelipan, Junio 2015.