Gabriel Mancera Pachuqueño

Debo a la gentileza del licenciado Isaac J. Díaz de la Torre, los datos que sirven para esta entrega relacionada con la biografía de uno de los más destacados personajes hidalguenses de fines del siglo 19 y principios del 20, el Ingeniero Gabriel Mancera de San Vicente, destacado político y empresario, impulsor del transporte ferroviario, medio de movilidad indispensable en el desarrollo de México y desde luego hombre altruista y caritativo. Hasta hace poco tiempo, Tulancingo tenía el galardón de ser la tierra nativa de tan importante personaje, más de conformidad con los datos investigados por el licenciado Díaz de la Torre –quien por cierto es también su sobrino bisnieto– hoy sabemos que nació en la Ciudad de Pachuca, el 6 de mayo de 1839 y que fue bautizado por sus padres don Tomas Mansera (sic) Soto-mayor e Ysabel Garsia de San Bisente (sic) un día después en la parroquia de La Asunción, por el cura Manuel Cantelie, registro que fue asentado en el libro 46 página 132 de ese año. Como podrá inferirse de los apellidos de su madre, esta fue descendiente directa del Acaxochitlense Nicolás García de San Vicente, considerado como uno de los mayores impulsores de la educación en el México Independiente, quien casualmente en 1839 se iniciaba como profesor de gramática latina y español en el Colegio de Tulancingo, cuando se empleaba ya en las escuelas de esa ciudad su "Extracto de ortografía en verso" antecedente de su reconocido “Silabario”, utilizado en la enseñanza de la lectura hasta principios del siglo 20. Por otro lado también es importante observar que el segundo apellido de su padre Soto-mayor, lo emparentó con Manuel Fernando Soto (Mayor) Pastrana, el más importante impulsor en la creación del estado de Hidalgo, quien fue primo hermano de su padre. Pocas son las noticias sobre su infancia, aunque se colige que ésta, bien pudo desarrollarse en la Ciudad de Tulancingo al lado de su tío Nicolás, quien pudo no solo enseñarle las primeras letras, sino también gran parte de su formación empresarial. La actividad de su padre Tomás Mancera, al frente de la afamada mina “Arévalo” ubicada en Mineral del Chico entre 1842 y 1872, le llevó a trabajar al lado de su padre, por lo que se matriculó en la Escuela Nacional de Ingenieros de Minas –domiciliada en el Palacio de Minería construido por Manuel Tolsá- en la Ciudad de México, institución de donde egresó en 1857. Los primeros años de su carrera, los ejerció en las minas de su padre en Mineral del Chico, aunque su habilidad para los negocios, le llevaría a convertirse en accionista de otras ubicadas en Pachuca y Real del Monte, al mismo tiempo participó con algunos de sus compañeros –Ramón Almaraz, Manuel Rivera Cambas y otros– en las obras de drenaje de la Ciudad de México, aquejada desde siempre, de repentinas inundaciones, dado que la ciudad se asienta en una antigua cuenca lacustre. En 1860, gracias a sus nexos con viejas amistades en Tulancingo, fundó en esa ciudad, la fábrica de hilados y tejidos “La Esperanza” con la que inauguró la vocación textilera de aquella región prolongada por más de una centuria. En 1867, formó parte del grupo de diputados de la IV Legislatura al Congreso de la Unión, que solicitó al Presidente Juárez, la erección del Estado de Hidalgo, creado finalmente el 16 de enero de 1869, por esos años continuó sus actividades en las minas de la comarca Pachuca-Real del Monte y fundamentalmente en el Mineral del Chico, donde por cierto construyó el camino a Pachuca, que trazó y terraplenó. En 1878, el general Porfirio Díaz, le designó como Subsecretario de Fomento, cuando esa importante cartera fue desempeñada por don Vicente Riva Palacio. En 1879, contrajo matrimonio con doña Guadalupe Silva Valencia, con quien procreó tres hijas: Beatriz, Bertha y María Luisa. En 1882 fue electo como Senador de la República, encargo que concluyó en 1886 –el periodo de los senadores era desde entonces el de dos legislaturas de diputados– en tanto sus trabajos como empresario ferrocarrilero, marchaban a buen ritmo. En efecto, en 1880 el gobierno del General Cravioto otorgó a Mancera, la concesión para concluir la línea que conectaría Pachuca con Irolo –punto intermedio del ferrocarril México-Veracruz– que permitió a la Ciudad de Pachuca unirse con la Ciudad de México por este medio. Los trabajos concluidos en 1882 no excluyeron la construcción de una línea directa y más corta entre ambas poblaciones que sería inaugurada seis años más tarde en 1888 –esta línea cruzaba por Tizayuca, Zumpango y llegaba hasta Teoloyucan–– Finalmente en 1906, la concesión de Mancera abarcó 374 kilómetros y pudo conectar a Pachuca, Tulancingo y Apan con el resto de las líneas ferroviarias de México. Otros negocios emprendió el Ingeniero Mancera, entre ellos la apertura de dos fábricas de plataformas para ferrocarril, establecidas en Pachuca y en Peralvillo Ciudad de México, el tendido eléctrico para el alumbrado público de Tulancingo (1906). Todavía en 1912, cumplidos ya los 73 años de edad abrió el “Hotel Mancera” ubicado en Capuchinas 49 –hoy Venustiano Carranza– cuya edificación sigue en pie. Un detalle curioso, es la propuesta que en 1901 hizo el ingeniero Mancera a la asamblea municipal de Pachuca de un ingenioso sistema de nomenclatura para facilitar la localización de calles que fue publicado en 1906, con el título de “Diccionario de las palabras empleadas en la nomenclatura de las calles de Pachuca”. A mediados de 1915 el ingeniero Mancera alcanzó inusitada fama al convertirse, en una de las más publicitadas víctimas de la renombrada Banda del “Automóvil Gris” al ser despojado en su propia casa de Donceles 94 de un cuantioso botín que ascendió a 435 mil pesos, dentro del que se encontraba un collar de esmeraldas, que con gran escándalo pasó a adornar el cuello de la “Gatita Blanca”, María Conesa, primera tiple española del Teatro Principal. Mancera por cierto actuó personificándose a sí mismo como víctima de aquel atraco, en la película que en 1919 dirigió y produjo Enrique Rosas. Conocida fue, es y ha sido la fundación del Fondo Privado Gabriel Mancera, dotada en marzo de 1907 con un millón de pesos oro, cuyo objetivo ha sido el de aliviar de manera parcial y temporal, la situación de personas menesterosas. Este extraordinario hidalguense murió en la Ciudad de México el 22 de enero de 1925, cuando le faltaban cuatro meses para cumplir 86 años de edad.