El Pachuca de los 50
En septiembre de 1955, hace ya 60 años, el efímero semanario “El Pachuco” dirigido por Rubén Ruvalcaba Olvera, publicaba un interesante artículo, en el que se describían y criticaban diversos proyectos que estaban por iniciarse en la capital del estado de Hidalgo, firmado con el seudónimo “El Claridoso” quien se decía vocero del pueblo y defensor de las tradiciones pachuqueñas; lanzaba diversas diatribas contra el gobernador Quintín Rueda Villagrán, a quien calificaba de “hidalguense advenedizo” y vende-tradiciones, por considerar que no era hidalguense –lo que resultó totalmente falso– y un gran desconocedor de la historia de esta ciudad a la que decía el columnista, el gobernador Rueda iba a transformar a Pachuca en urbe satélite de la Ciudad de México con todos los inconvenientes que ello acarrearía. Por más que se ha investigado a la fecha no ha podido esclarecerse el nombre verdadero de aquel periodista anónimo, pachuqueño a ultranza, quien se manifestaba renuente a todo lo que podría significar cambio alguno en una ciudad que sí bien se mantenía con 60 mil habitantes –por prácticamente dos décadas esta cifra pareció estancarse– lo cierto es que se veía ya rebasada por las crecientes necesidades, fundamentalmente debido al rápido crecimiento de automotores que circulaban en las tortuosas y reducidas calles de la ciudad. En aquellos años, la ampliación de la ciudad parecía atrapada por las barreras naturales de los cerros y montañas que le circundaban al norte, oriente y poniente así como por los depósitos de lodo minero llamados “jales” ubicados en las regiones sur-oriente, sur-poniente y sur de la mancha urbana, barreras que difícilmente podían ser superadas de no iniciarse las obras que en aquellos años comenzó el gobernador Rueda Villagrán. En efecto, la más importante acción de aquel gobierno, fue la demolición de la estación y patios del ferrocarril Hidalgo que abarcaban de la actual Plaza Juárez al rancho de “Las Hortalizas” hoy Colonia Constitución y del río de “Las Avenidas” a la avenida Juárez, porción de la ciudad que fue transformada con importantes obras urbanas, tales como la remodelación de las avenidas Juárez y Madero, a las que se dotó de un amplio camellón que dividió el tránsito en dos vías y desde luego la creación de la también avenida Revolución, paralela a Juárez; al inicio y fin de estas vías fueron levantados tres importantes monumentos, el de los “Héroes de la Independencia” –frente a la actual Preparatoria Número Uno de la Universidad Autónoma de Hidalgo– el del benemérito Presidente Juárez en la plaza de su nombre y el de la Revolución Mexicana de 1910 en el cruce de las avenidas Revolución y Madero, a los que se aunó el de “Los Niños Héroes de Chapultepec” levantado en el sitio donde se encontraba la antigua Colecturía de Diezmos –convertida desde mediados del siglo XIX en escuela, la que al paso de los años se transformó en la oficial Ignacio Manuel Altamirano– todo ello, amén de la reubicación de otros monumentos más. A estas obras se sumó la restauración de tres de los cinco claustros del ex-convento de San Francisco, en los que se edificaron el Instituto Hidalguense de Bellas Artes, el Auditorio del Estado y la Biblioteca Pública, sitio que fue embellecido con los murales de Roberto Cueva del Río y un delicioso jardín al frente (esta edificación alberga actualmente a la Escuela de Artes y al teatro San Francisco.) Para los integrantes de mi generación aquellos cambios, que desencadenaron otros muchos en Pachuca, fueron sustanciales en nuestra formación profesional, pero ante todo en nuestra concepción de la vida urbana. En efecto, junto con los cambios experimentados por el paisaje urbano de Pachuca, el viejo Instituto Científico Literario Autónomo del Estado –mejor conocido por la sigla ICLA– inició también en esta década su transformación de escuela secundaria y preparatoria hasta transformarse en 1961 en Universidad Autónoma de Hidalgo. Seguro es que al entonces presidente de la Junta de Gobierno del Instituto, licenciado Rubén Licona Ruiz, le hubiese resultado mucho más difícil emprender las negociaciones con la Secretaría de Educación Pública, para transformar a nuestra Máxima Casa de Estudios, de no ser por el ya notorio crecimiento y ante todo la gran transformación de la capital del Estado, imposible de concebir sin la gran obra de Rueda Villagrán. Ya en 1953, se habían sumado a los estudios iniciales de la Escuela de Medicina –existente desde 1944– los de la Escuela de Derecho, establecida en la calle de Arista a un lado del Jardín de San Francisco a la que siguió en 1959 el establecimiento de la Escuela de Trabajo Social que amplió las expectativas de quienes se veían obligados a realizar estudios de educación media terminal. En tanto en otras instituciones educativas como la Escuela Normal para profesores, la matrícula se incrementaba de manera patente y medio centenar de escuelas de comercio, formaban a quienes se harían cargo de asuntos secretariales y contable-administrativos de diversas oficinas públicas y privadas. De modo que las diatribas y acusaciones de aquel periodista de mediados del siglo XX, autollamado “El Claridoso”, lejos estaban de retratar la verdadera situación por la que atravesaba el Pachuca de aquellos años y sí la intolerancia de tal vez algunos insatisfechos ciudadanos de la capital del Estado. Hoy a 60 años, sería imposible concebir al Pachuca de nuestro tiempo, como imposible será imaginar al que vivirán otras generaciones dentro de seis décadas, sin las obras que hoy se han realizado. ¿Habrá por ahí algún moderno “Claridoso”?
Pie de foto: Monumento a la Revolución en 1957 nótense al fondo los portales de plaza Juárez, no se había construido aún ni el palacio de gobierno ni el CECYT 18.
www.cronistadehidalgo.com.mx Pachuca Tlahuelilpan Octubre de 2015.