El desagüe de la veta Vizcaína.

Joseph de Júcar, llegó a Pachuca, una lluviosa noche del mes de julio del año de 1740, tras recorrer intensas jornadas, pues salió cuatro días antes de la ciudad de “Xalapa del Feria”, como se llamaba entonces a la hoy capital del estado de Veracruz. Había sido llamado por el minero José Alejandro Bustamante y Bustillo, dueño de diversas minas situadas en el recorrido veleidoso de la veta Vizcaína, la mayoría ubicadas en Real del Monte. Bustamante, según sus biógrafos, era ya un hombre de edad, a simple vista se le veía caminar cansado, encorvado y lerdo, sin embargo su mente tan ágil como la de cualquier joven veinteañero y su voz impostada y grave, tenía un extraordinario don de mando y de convencimiento. No había entre sus trabajadores, uno solo que no reconociera estos atributos, ni tampoco persona alguna que le regateara conocimiento y perseverancia en toda labor que emprendiera. A pesar de todo lo anterior, la empresa que se había echado a cuestas, se antojaba imposible, aún para sus extraordinarios méritos como minero y hombre de recursos. Años atrás, cuando los trabajos de la mayor parte de sus minas en Real del Monte se suspendieron, en razón de haberse inundado la mayoría con las aguas de los mantos freáticos, impidiendo la continuación de la explotación de aquellos ricos filones. Bustamante pasaba largas horas pensando y repensando la manera en que podría desaguar sus centros de trabajo, la Vizcaína era la más opulenta de todas las vetas de la región, pues los trabajos de exploración le habían confirmado la gran ley de los minerales que de ella podrían extraerse. Una tarde cuando regresaba de Real del Monte al Real de Minas de Pachuca, donde tenía establecida su casa, muy cerca de la Plaza Mayor –hoy de la Constitución– se percató de que había una solución natural y aparentemente fácil. Al día siguiente ordenó se hicieran diversas mediciones, unas de la profundidad de los socavones inundados y otras sobre la diferencia de altura entre Real del Monte y Pachuca, días después pudo comprobar que el Real de Minas de Pachuca estaba por lo menos 300 metros más abajo que el de Real del Monte y que había algunos puntos como la barranca de Azoyatla que se encontraban hasta 900 metros más abajo. La conclusión fue contundente, era necesario construir un túnel o contra-socavón, de la parte más baja de la barranca a fin de ascender hasta los socavones inundados, a efecto de drenar el agua. Con el paso del tiempo pudo saber que la pendiente debería ser de unos 250 metros y la distancia de tres millas, poco más o menos 5 kilómetros. A mediados de 1739 –un año antes de la llegada de Joseph de Júcar– Bustamante logró que el virrey Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, le permitiera proceder a construir el contra-socavón que drenaría las aguas de los fundos de la Veta Vizcaína y con ella la promesa de otorgarle toda la producción de mineral que encontrara en su construcción y la de todas las minas que se beneficiaran con tal obra. Después de vender varias propiedades, Bustamante decidió contratar los servicios del único hombre que podía llevar a cabo la magna obra del desagüe y ese hombre, fue precisamente Joseph de Júcar, traído a la Nueva España para realizar diversas obras entre ellas puentes y malecones en Veracruz, las que vio terminadas al menos un año antes, aunque permaneció en estas tierras enamorado de sus bondades, en razón de lo cual, radicaba por aquellos años en Xalapa, de donde fue traído al Real de Minas de Pachuca. Poco se sabe de la relación de Júcar con Bustamante, salvo que para finales de 1740, había construido ya un túnel de cerca de 8 kilómetros bien ademado y ventilado, a fin de alcanzar los fundos inundados de la veta Vizcaína en Real del Monte. Para ese momento la fortuna de Bustamante estaba casi consumida, pues en todo el trayecto, no encontró Júcar, filón de metal alguno y si en cambio pudo percatarse de la inviabilidad de la obra. Meses después en junio de 1741, Bustamante logró enamorar de su proyecto al comerciante queretano Pedro Romero de Terreros, quien administraba el gran comercio de un tío suyo. Romero y Bustamante asociados, hicieron caso a Júcar y cambiaron el lugar del contra-socavón, de la barranca de Azoyatla a un sitio más profundo y mucho más cercano a la veta Vizcaína llamada “Barranca de Nuestra Señora de Aránzazu” ubicada en el camino a Huascazaloya (Huasca) y más tarde nuevamente trasladaron la construcción, al sitio conocido como la Joya en Sabanilla, que resultó el más viable. Bustamante no vivió para ver concluida su obra, ya que murió en 1750 y el desagüe de la veta se logró hasta 1759, convirtiendo a su ya único propietario, en el hombre más rico de su tiempo, en todos los reinos de la España europea y americana, el hombre que alcanzaría el titulo de Primer Conde de Regla, con quien Júcar mantuvo hasta su muerte gran amistad y la realización de otras obras, entre ellas la construcción de la Hacienda de Santa María Regla, en donde aprovechó la fuerza de las aguas de la cañada –formada con los llamados prismas basálticos– para mover rastras en los patios de beneficio, también construidos con el modelo de “patio cerrado” en los subterráneos de aquel lugar. Por todo lo anterior Joseph de Júcar, recordó siempre aquella lluviosa noche del mes de julio de 1740, cuando llegó al Real de Minas de Pachuca, sitio donde viviría el resto de sus días, hasta que la muerte le sorprendió en su casa, ubicada en las fronteras del cementerio de la Veracruz, en la segunda calle Derecha, hoy segunda de Morelos. www.cronistadehidalgo.com.mx Pachuca Tlahuelilpan Julio de 2016.