La Plaza Independencia VI
En cincuenta años, de 1910 a 1960, la Plaza de la Independencia de Pachuca experimentó diversos cambios tanto en la zona enjardinada que rodea al monumento a la Independencia, como en las construcciones que la circundan. A lo largo del primero ocurrido entre 1910 y 1920, se mantuvieron frondosos árboles que daban sombra a las bancas de metal traídas de la ferrería de Apulco, dispuestas en las entrecalles formadas entre los prados. La prensa de la época, criticó continuamente el aspecto de desaseo y abandono en que se mantenía aquel emblemático lugar.
El 18 de julio de 1922, al cumplirse 50 años del deceso del Benemérito Benito Juárez, se colocó en el ala norte un busto del prócer oaxaqueño, montado sobre un pedestal rodeado por una sencilla balaustrada de cantera; posteriormente en los primeros años de la década de los treinta, a fin de hacer juego y simetría, se instalaron otros dos monumentos en la acera norte, un busto de Francisco I. Madero y en el ala oriente, otro similar del general Obregón.
En enero de 1943, el gobierno del estado prácticamente obligado por autoridades federales, se vio en la necesidad de permitir la demolición del teatro Bartolomé de Medina, a fin de construir en su lugar una nueva y moderna sala, dedicada por entero a la exhibición de películas comercializadas por la única empresa cinematográfica del país, la “Cadena de Oro”, operada entre otros por el general Maximino Ávila Camacho, hermano del entonces Presidente de la República. El cronista pachuqueño Efrén Meneses Villagrán, escribió a propósito de este hecho: “La mañana del 27 de enero de 1943, dio inicio la demolición del teatro Bartolomé de Medina, uno de los más bellos edificios de la ciudad, los Pachuqueños protestamos, ante el gobernador Lugo Guerrero, quien nos dijo que sería repuesto con una sala más grande y mucho más bella, pero todo fue un engaño. Cuando un año y medio después se inauguraba el que mi generación llamó “Adefesio Reforma” nos dimos cuenta del horrible atentado al patrimonio monumental de Pachuca, pero ya era tarde”.
En efecto, el edificio levantado en lugar del teatro, inaugurado el 27 de octubre de 1944, fue una espantosa mole de concreto sin pena ni gloria estética, que riñó de inmediato con la belleza clasicista de la torre monumental del Reloj, cuya plaza perdió el sabor homogéneo y provincial que mantuvo hasta entonces y aquella construcción, fue detonadora de la insubordinación del resto de las edificaciones que allí existían. Hay desde luego quien defiende la posible belleza arquitectónica del “Adefesio Reforma”, lo que pudiera tal vez entenderse, pero en otro contexto, el de ciudades de cierta modernidad, que desde luego no era ni es el caso de la nuestra, y menos de su centro histórico. Por otro lado, compárense simplemente las fachadas del Bartolomé de Medina con la del cine Reforma y saque usted amable lector su propia conclusión.
Por lo que se refiere al jardín de la plaza, durante la segunda mitad de la década de los treinta y a efecto de darle una mejor vista a la torre del Reloj, se decidió suprimir las especies de árboles con que contaba y dejar solo la zona enjardinada, apenas adornada con bancas de cantera ornamentadas con algunos motivos similares a los de la gran torre; a la vez, se reubicaron fuera del lugar los bustos de Juárez, Madero y Obregón.
Un año después, el 20 de enero de 1944, se inauguró en el costado norte de la plaza, la pérgola Abundio Martínez, un kiosco de cantera con motivos clásicos similares a los de la torre y del Banco de Comercio, lugar destinado a las serenatas de la entonces Banda de Charros, que por cierto nunca se dieron y sí en cambio fue nido de vagos y malvivientes como se quejaban periodistas de la talla de Juan Manuel Olivera, en 1955.
Dos años después, Plaza Independencia vuelve nuevamente a ornamentarse con frondosos árboles aunque no de gran tamaño pero si de tupido ramaje y con tal imagen permaneció hasta la remodelación de 1961, realizada por el alcalde Humberto Velazco Avilés.
Por lo que se refiere a los edificios que le rodeaban, en 1937 se edificó en tres niveles el de “La Palanca”, en tanto que hacia 1942 el de la nevería “Olimpia”, era sometido a profundos cambios estructurales, una década después se concluyó también en tres plantas el de “Almacenes Escobedo”, símbolo del funcionalismo de los años cincuenta. Todo ello fomentó el caos estético de ese, el más importante espacio público de Pachuca.
El resto del entorno, permaneció hasta ese momento sin alteración, pues tan solo se operaron cambios en los ocupantes de los comercios que para entonces pudieron utilizar también la planta baja del “Adefesio Reforma”, donde se ubicaron: boneterías, tiendas de regalos, farmacias, ópticas, librerías, sastrerías y en las dos puertas de acceso a los departamentos de las plantas superiores del edificio, se instaló en la del lado oriente una expendedora de periódicos y en la otra una moderna heladería, lo mismo sucedió con los edificios de la calle de Allende y de la planta baja del Hotel Grenfell, donde su antiguo restaurante dio paso a una cantina que cambió dos o tres veces de nombre.
Un hecho que recordarán muchos pachuqueños es el de las terminales de autobuses foráneos, que a finales de la década de los cincuenta se ubicaron en el costado norte, en la frontera con la calle de Allende, una con corridas a las ciudades de México y el Bajío y otra estación de camionetas que contactaban con Real del Monte.
Sin duda es en este periodo cuando la plaza perdió su identidad, esa que ahora se ha pretendido devolverle mediante la remodelación recién inaugurada.
EL DIABLO METIÓ LA COLA. La cabeza de ésta entrega dominical correspondiente al domingo 15 de mayo apareció con el título Teodomiro González, cuando debió decir Teodomiro Manzano, como sí se desprende del contenido de la nota.
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Pachuca Tlahuelilpan, mayo de 2016.